El gran hotel Budapest

El gran hotel Budapest es la obra cumbre de Wes Anderson hasta la fecha. Inspirada en los escritos del vienés Stefan Zweig, la película nos mete en una época complicada y nos cuenta la historia dentro del universo personal del director.

Wes Anderson es un tipo particular y con muchísimo estilo. En El gran hotel Budapest pone una tilde sobre cada una de sus peculiaridades, dotando a la película de un dinamismo propio de un cuento infantil desplegable en el que lo infantil no tiene cabida bajo ningún concepto. La cámara espera a los personajes y a los elementos móviles igual que un telón que se abre en un teatro y los barridos son escasos, mostrando la preferencia de Anderson por el zoom en detrimento del movimiento lateral salvo que éste sea para mostrar dos o más cuadros distintos que forman parte de un mismo decorado. La ventana que abre Anderson hacia su universo tiene un cristal que te obliga a verlo todo con los ojos del director de Houston, que una vez más hace de sus películas un pase de diapositivas hacia su cerebro y, en particular, hacia su manera de entender las historias. Los personajes, que parecen desfilar como parte del decorado móvil de Anderson, son, sin embargo, cascadas de vida wesandersoniana que conviven tanto en la cercanía como en la distancia, formando una armonía perfecta entre las personalidades de cada uno y el entorno (tanto físico como mental e incluso circunstancial) en el que viven.

El reparto es una maravilla. Ralph Fiennes protagoniza la película con un trabajo de extrema sutileza dentro de las evidencias acentuadas que marcan desde el principio a su personaje. Tony Revolori hace de segunda espada con un trabajo que encaja a la perfección con todo lo que significa El gran hotel Budapest. En segundo plano quedan otros trabajos de gran calibre como el de una brillantísima Saoirse Ronan, que crece a pasos agigantados o el de un Edward Norton que no se detiene ante ningún registro para demostrar que es el mejor actor del momento. Un poco más atrás, aparecen otras labores de gran calidad como las del gran Jeff Goldblum o la del renacido Jude Law, que está brillante. Willem Dafoe y Adrien Brody son dos de los nombres que completan, con excelencia, un reparto maravilloso en el que no faltan numerosos cameos y papeles cortísimos a cargo de grandes del sector como Harvey Keitel, Jason Schwartzman, Tom Wilkinson o Bill Murray entre muchos otros.

Resumiendo: El gran hotel Budapest no es la mejor película de 2014, pero sí es probablemente la cima de la carrera, al menos hasta donde conocemos, del director Wes Anderson. Este gran hotel es propiedad de Anderson desde las formas hasta las reglas pasando por las leyes físicas y eso reduce su público hasta encontrar a aquellos que disfruten, como yo, con el trabajo de un tipo tan directo como sutil, tan capaz de captar las emociones como de hacer que el público se empape de ellas sin ser consciente de que las está recibiendo hasta que, de repente, aparecen los créditos finales.

8/10

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